Anem a asimilar-ho!!
Recuperant l'hàbit de llegir alguna cosa no relacionada amb el meu treball, m'he trobat sense voler amb aquest article que va idear una de les escriptores que millor ha entès la complexitat del món infantil : Ana María Matute. Vaig a transcriure una part i, d'aquesta manera, a més de compartir-lo, ho asimilarem.
No el llegiu com una descripció psicològica o pedagògica,
sinó com una reflexió que tanteja amb la poesia i l'assaig i que aborda la
relació entre els adults i els nens. Allà va...
Un niño es otra cosa que un hombre o una mujer que aún
no ha crecido. Como si tuviera un cuerpo distinto, más que un cuerpo
pequeño.
Su mundo interior apenas tiene puntos de contacto con
el mundo interior del hombre o de la mujer que será. La infancia es una edad
total, una vida cerrada y entera. Al dejar la infancia se sobrenace más que se
continúa. Los mayores, para los niños, no sólo somos más altos, somos
distintos. Nuestras razones nunca pueden ser las suyas. Entenderse con un niño,
felizmente, es difícil y muy fácil.
El hecho de ser padre o madre es un puente
milagroso para ese entendimiento. Ahora bien, a donde no llegue el milagro,
debe llegar la voluntad. Tenemos la obligación de considerar al niño en su
esfera blindada y ajena a nuestra vida, y de entenderlo en ella sin pedirle que
nos entienda.
De la misma forma que nos inclinamos hacia él para cogerlo o
besarlo, debemos inclinar nuestra inteligencia y nuestro corazón a la altura de
los suyos.
El Niño tiene derecho a la palabra torpe, balbucida, pero nuestra
palabra debe ser aclaradora y luminosa.
De una acumulación de comprensiones
surgirá el ordenado crecimiento moral del niño. Su equilibrio frente a la vida
se va desvelando cada vez más grande y contradictorio. Un gesto de mal humor
nuestro, una reprimenda injusta, una palabra despreciativa, pueden irrumpir en
la sonoridad interior de su mundo fraguándose, amputando el rítmico ensancharse
de su idea del mundo y de nosotros.
Alguien pensará tal vez: ¿es que El Niño
tiene que salirse siempre con la suya siempre?. Y yo me digo: siempre que esa
razón suya sea legítima y corresponda a su mundo infantil, sí, debe salirse con
la suya. Nunca puede llevar a un mal camino el justo otorgar a cada uno su
razón. Lo que sucede muchas veces es que los mayores estamos cansados o
preocupados, o enfermos, y la vitalidad, la imaginación, la curiosidad
arrolladora de un niño a nuestro lado, son más fuertes que nuestro sentido de
la justicia.
Aún desafiando costumbres pedagógicas, ya puestas en revisión, me
atrevo a decir que El Niño tiene razón más veces de la que creemos.
Ana maria matute
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