dissabte, 29 de març del 2014

La complexitat del món infantil...per Ana María Matute.

Anem a asimilar-ho!!

 Recuperant l'hàbit  de llegir alguna cosa no relacionada amb el meu treball, m'he trobat sense voler amb aquest article que va idear una de les escriptores que millor ha entès la complexitat del món infantil : Ana María Matute. Vaig a transcriure una part i, d'aquesta manera, a més de compartir-lo, ho asimilarem. 

No el llegiu com una descripció psicològica o pedagògica, sinó com una reflexió que tanteja amb la poesia i l'assaig i que aborda la relació entre els adults i els nens. Allà va...

Un niño es otra cosa que un hombre o una mujer que aún no ha crecido. Como si tuviera un cuerpo distinto, más que un cuerpo pequeño.  
Su mundo interior apenas tiene puntos de contacto con el mundo interior del hombre o de la mujer que será. La infancia es una edad total, una vida cerrada y entera. Al dejar la infancia se sobrenace más que se continúa. Los mayores, para los niños, no sólo somos más altos, somos distintos. Nuestras razones nunca pueden ser las suyas. Entenderse con un niño, felizmente, es difícil y muy fácil.
 El hecho de ser padre o madre es un puente milagroso para ese entendimiento. Ahora bien, a donde no llegue el milagro, debe llegar la voluntad. Tenemos la obligación de considerar al niño en su esfera blindada y ajena a nuestra vida, y de entenderlo en ella sin pedirle que nos entienda.
 De la misma forma que nos inclinamos hacia él para cogerlo o besarlo, debemos inclinar nuestra inteligencia y nuestro corazón a la altura de los suyos. 
El Niño tiene derecho a la palabra torpe, balbucida, pero nuestra palabra debe ser aclaradora y luminosa. 

De una acumulación de comprensiones surgirá el ordenado crecimiento moral del niño. Su equilibrio frente a la vida se va desvelando cada vez más grande y contradictorio. Un gesto de mal humor nuestro, una reprimenda injusta, una palabra despreciativa, pueden irrumpir en la sonoridad interior de su mundo fraguándose, amputando el rítmico ensancharse de su idea del mundo y de nosotros.
 Alguien pensará tal vez: ¿es que El Niño tiene que salirse siempre con la suya siempre?. Y yo me digo: siempre que esa razón suya sea legítima y corresponda a su mundo infantil, sí, debe salirse con la suya. Nunca puede llevar a un mal camino el justo otorgar a cada uno su razón. Lo que sucede muchas veces es que los mayores estamos cansados o preocupados, o enfermos, y la vitalidad, la imaginación, la curiosidad arrolladora de un niño a nuestro lado, son más fuertes que nuestro sentido de la justicia.

Aún desafiando costumbres pedagógicas, ya puestas en revisión, me atrevo a decir que El Niño tiene razón más veces de la que  creemos. 

                                       

Ana maria matute